miércoles, 9 de diciembre de 2015

Relato - Manteca, una historia de bullying

Es raro ver un chico nuevo a mitad de curso. Los grupos ya estaban formados y nadie quería a un gordo de lentes y mudo cerca. El primer mes fue ser una tortura para ese chico, de hecho, Lumbrera que era el anterior imbécil del curso, se transformó en su bully personal. Le hacía todo tipo de “bromas” y lograba que todos se rieran de él. Del sobre nombre pasó a los golpes en poco tiempo y consiguió que más chicos también lo agredieran. Manteca se transformó en la mascota del curso, siempre con audífonos en los oídos, leyendo algún libro, algo distraído, poco comunicativo y sobre todo tímido.

De las chicas ni hablar, era casi invisible para ellas, y cuando alguna le hablaba él no respondía, movía la cabeza o tartamudeaba. A pesar que llegó a mitad de curso, era el más listo de la clase, otro motivo más por el que Lumbrera lo martirizaba, puesto que él era el más estúpido del salón.
… ¿Por qué  hablo sobre él? Paso a ser uno de mis mejores amigos… ¿Cómo? Bueno, la cosa es simple, demostró tener pelotas… ¿Qué no entiendes? ¿Lo tendré que explicar con dulces? Bueno empecemos por el principio. No se llamaba Manteca, pero por ahora así lo llamaremos, por ahora… ¿Puedo continuar? … Gracias.

Manteca como siempre entró al patio del colegio algo distraído, y Faundez Gap, el hijito del capitán de la policía, jugaba futbol con su grupito de matones… la verdad yo no era del grupo de los deportistas cabezas de músculo, más bien era del grupo de los súper guapos y populares… ¿Qué? Está bien, era del grupo de los guapos solamente… ¿Qué? Está bien, está bien, éramos un gran grupo pero no éramos los populares, más bien nos dedicábamos a hacer estupideces y a pasarlo genial, ¿Me dejas continuar?... ¿y cómo quieres que sepa cuánto pesaba? Digamos doscientos kilos… Si, con zapatos doscientos un kilos… No sé cuánto puede pesar la ropa de un gordo de doscientos kilos.

Como te decía, Faúndez Gap, pateó la pelota tan cerca de Manteca que casi lo golpea, pero Manteca ni cuenta se dio, entonces Faúndez Gap gritó –Ey tú, grasoso, tírame la pelota— Manteca no escuchó, como siempre tenía puestos esos malditos audífonos, nunca podía oír nada. Faúndez Gap se molestó tanto, que fue hasta donde estaba Manteca y…



Fin



…¿Qué? Es hora de dormir... Está bien, pero si llegan tus papás yo me haré el dormido y tú serás el responsable de que me durmiera sobre tu cama y que la babeara completa, ¿trato hecho?… ¿Por dónde iba? Ah sí, Faúndez Gap, era un matón, siempre presumía de que  su papá era capitán, y que él era intocable.

Cuando se acercó al pobre de Manteca, pensé en ir a ayudarlo, pero la verdad, no podía, tenía que mantener mi reputación... Uno no puede ir por la vida defendiendo a los indefensos, ni tratando de salvar el mundo. Los dos amigos de Faúndez Gap tomaron a Manteca por los brazos. El colegio completo se reunió en torno a la paliza del año. Yo solo quería ser popular, así que empecé a corear con todos –Pelea, pelea, pelea…– Manteca no entendía que estaba pasando, pero ese era el menor de sus problemas, pronto Faúndez Gap, daría cátedra de por qué era considerado el matón del colegio…

Volveremos en un momento… son comerciales… auspiciados por manteca, marca manteca, la mejor manteca… no enserio necesito comerciales, bebí mucho jugo de manzana…

Aaah, ¿En que estaba? Ah sí, chan, chan, chan… –¿Acaso te crees muy importante maldito gordo? – dijo Faúndez Gap, y no le digas a tu mamá que dije malas palabras, a nadie le gustan los soplones –No hablas con nadie, no juegas con nadie, no miras a nadie y te crees muy importante como para devolvernos la pelota–  Manteca al fin comprendía, y cuando Faúndez Gap le iba a dar el golpe, chan, chan, chan… Manteca sacó su mano derecha botando a Tontoberto y le golpeó la cara al muy hijo de p… policía. Le dio tal golpe, que no solo le rompió el ojo, sino que también le dañó el orgullo. Quedo tan estúpido que no podía mantenerse de pie. Todo el mundo quedó asombrado.

Tontoberto y Ruiz no sabían qué hacer. Su líder estaba casi en el suelo, y con un solo golpe. No sabían que había pasado, pero rápido pensaron que debían golpear a Manteca para que su grupo no perdiera su reputación. Fue en ese momento que yo entré en escena. Con dos patadas voladoras, alejé a Tontoberto, mientras Ruiz trataba de golpear a Manteca, pero, lancé mis shurikens de ninja robot y logré detenerlo... ¿Qué? Cielos, no dejaras de dudar de mi historia, es completamente real… aah está bien, la verdad si golpee a Ruiz, que era el más grande, media casi cuatro metros… ¿no?, dos metros, ¿no? Bueno metro y medio ¡pero tenía bigote!.

Mis amigos llegaron a defenderme y la pelea paró. Se hubiese convertido en una batalla real, pero, sonó el timbre para entrar a clases y todo se relajó.

¡Manteca! ¡Manteca! ¡Manteca! Se escuchaba en el salón, pero, en vez de sentirse orgulloso, Manteca escondía su cabeza entre sus brazos intentando dormir en el pupitre. Cuando la profesora llegó todos volvimos a la normalidad y la hora pasó normalmente, aunque todos sabíamos que Faúndez Gap y su grupito estarían a la salida esperando a manteca y a mí. La verdad yo no tenía miedo, porque como sabes soy todo un experto en artes marciales y mis manos son armas… no me hagas esas caritas jovencito.

La cosa fue que al salir de clases, no estaban. Faúndez Gap a pesar de ser un matón, no era un maldito soplón, así que no le dijo a nadie lo que había pasado, y lo enviaron a su casa. Lógicamente tantos los profesores como los alumnos sabíamos que había ocurrido, pero todos nos alegrábamos de que le hubiesen partido la cara al imbécil y que Manteca al fin se defendiera.
…¿Comerciales? ¿Bebiste mucha cerveza? Ahh jugo de manzanas… entonces ¿yo me bebí la cerveza?... eso explicaría muchas cosas.

Bueno, yo caminaba hacia mi casa y de pronto alguien me toco el hombro y me dijo  –¿te puedo acompañar? –Amablemente le dije –Noooo–…no me hagas esa cara, lógico que le dije que sí, sino, te estaría contando otra historia… Manteca era muy agradable y gracioso, la verdad me reí mucho de que no supiera cómo hablar con las chicas, y que su canción favorita fuera una de la tigresa del oriente… ¿nunca escuchaste a la tigresa? Chico, haz perdido la mitad de tu vida. Me contó que era tímido y yo le dije –no me digas, nadie en el colegio lo ha notado- no pudo evitar reírse con mi comentario y hacía una risa como de marranito, ya sabes jaja oink ja oink.

Me dijo que no estaba contento de haber peleado y que su papá lo castigaría, le dije que no tenía por qué contarle, pero él dijo que lo haría, que podía perder su vida, pero nunca su honor. También me dijo que esperaba que a Fundez Gap no le pasara nada, ni que se le quedara la cara color berenjena, yo también me reí mucho cuando dijo eso, oink oink oink… es que su risa era pegajosa. Conversamos mucho, tenía buen gusto en música y películas, también me enseño que leer es como tener tele en tu cabeza y escribir es darle al mundo una parte de tu alma. Todo eso en una sola conversación, ¿te lo imaginas? Cuando llegábamos a su casa, que estaba de camino a la mía, se detuvo un auto frente a nosotros, Faúndez Gap y su papá estaban dentro…

Estaba más que claro, meterían a Manteca a la cárcel, no podía creer que Faúndez Gap fuera un chivato… chivato, delator, vendido, rata, es lo mismo ¿qué les enseñan en el kínder?… al verlo a la cara, no pude evitar la risa, tenía una berenjena gigante en el ojo. Fuimos todos hasta la casa de Manteca, una casa enorme, con piscina y todo, no era tan genial como la mía, no tenía animales exóticos… ¡Ey! las ratas albinas calvas son exóticas, así que no me mires así… Su nana nos abrió la puerta, y dijo que el papá de Manteca no estaba en casa.

El Capitán pidió con ese tono tan de policía que lo llamara con urgencia –Puede proceder a tomar contacto con él, de manera rauda– malditos polis. Estábamos todos en el living esperando que el padre de Manteca llegara. El Capitán no paraba de hablar del problema en el que se había metido el pobre Manteca, Faúndez Gap, solo mantenía la cabeza abajo y no decía palabra… Tal vez no podía con esa enorme berenjena en su cara, oink oink oink… de pronto sonó la puerta  y escuchamos “¡¿alguien me puede explicar por qué estoy en casa cuando debo estar en la comisaria?!”.

Jamás, jamás pero jamás, había visto a un policía levantarse tan rápido de un sillón. Fue como si le hubiesen puesto un cohete en el culo… No le digas a la bruja de tu madre que dije culo, ni que salte sobre la cama y mucho menos que le dije bruja…  -Mi, mi comandante- chan, chan, chan, el papá de Faúndez Gap, solo era capitán, pero el papá de mi amigo… sí, ya era mi amigo, tenía piscina… era comandante, ¡comandante!. Le contamos como ocurrió todo, y Faúndez Gap no negó nada. Su padre lo quería matar, y el padre de Manteca le dijo –Faúndez, recapitulemos, mi hijo fue agredido en diferentes maneras y traicioneramente atacado por tres individuos, entre los cuales su hijo era el gestante, y usted tiene la desfachatez de venir a mi casa, armar todo este alboroto y exigir que me presente para dar excusas de la conducta más valiente que he visto en mi vida, de parte de mi hijo y su amigo–  te dije que ya éramos amigos, ese verano tomé mucho sol… luego fueron a hablar en privado y creo que ganó el papá de Manteca.

En el colegio todo se arregló, resultó que Manteca en realidad se llamaba Roger, comenzó a hablar de a poco con todo el mundo, incluso con Faúndez Gap, no permití que Lumbrera lo molestara más y al fin bajó 130 kilos… no entiendo ese gesto, es, ¿cómo? Ah, ya comprendí, hoy en día, veo a Roger casi a diario, se casó con mi hermana y tuvieron un lindo niño que habla con las manos ¿Cómo hablarías si no tuvieras manos?... Oink oink oink, sí, me lo imaginé, ahora, es hora de dormir que mañana debes ir a trabajar y yo al colegio… ¿Qué? Pensé que ese gesto era de cambiar lugares, está bien, yo iré al colegio y tú a mi trabajo… ¿Qué? Deja de mover las manos y duérmete… te quiero mucho enano, buenas noches.


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