viernes, 26 de febrero de 2016

Relato - The vandals.



—Ok, sí, no es mi primera vez aquí, pero eso no dice que fuera yo quien lo hizo.
—¿Y las piedras que tenías en la mochila? –dijo el policía poniendo las manos en la cintura−
—Kirby las colecciona. Se las llevaba a él. Además ¿Por qué llevaría piedras en la mochila cuando las calles están llenas de ellas?
—Los guardias de los edificios dicen que vieron a dos niños.
—Adolescentes. Que no me he pasado catorce años en esta vida…
—Como sea. Dicen que han visto dos adolescentes correr desde los edificio y hay cámaras de seguridad que tienen los videos.
—Si me hacen una copia las subo a YouTube. Aunque me imagino que las harán en VHS. Pero bueno, ¿me puedo ir ya? mi mamá se enoja cuando no voy a mis clases de modales en la mesa.

El oficial miró a la directora, y ella le dijo que ya estaba bien. Salí de su oficina poniéndome los audífonos ¿Por qué siempre debía ser el sospechoso de todo? ¿por cómo me visto? ¿por cómo hablo? ¿por cómo actuó? ¿Por cómo camino? Me culpan por todo lo que hago. En fin. Kirby corría con sus cuadernos en la mano. Casi me chocó pero afortunadamente chocó con Jamón, un chico gordo del tercero C.

Jamón se enojó un poco, pero sabía que Kirby era intocable, que yo había prohibido cualquier acto de violencia en su contra, no porque fuera mi amigo, sino porque es como un hermano.  Kirby recogió sus cuadernos mirando nerviosamente a Jamón, luego caminó hacia mí mirando hacia atrás con desconfianza.

¿Qué les dijiste?
Nada –dije ayudándole con sus libros- ¿Hablaste con ella?
—No contesta mis What´sApps, pero sí sé que aún no se ha retirado, dicen que hoy no vino al colegio porque tenía hora con el dentista.
¿Se quitará los brackets?
—No –dijo abriendo su mochila para sacar su agenda. Un montón de piedras cayeron al piso− mierda.
¿Por qué tienes tantas piedras en la mochila?
—Pensé que sería una buena coartada –dijo mientras recogíamos todo−. Según mi agenda se quitará los brackets en marzo próximo.
—Genial, me encantan sus brackets.

Daniela era una chica hermosa, bastante educada y muy inteligente, lo suficientemente inteligente como para saber que yo no era, no soy ni seré un buen partido. Siempre había sido muy amable conmigo y yo la amaba en secreto, es difícil mirarla a la cara y decirle “eeeeeee-eeee-eeem, me… (dos horas más tarde) gustas”, pero creo que no importaba, ella siempre estaba para mí.

Dos veces reprobé matemáticas y mi mamá se aseguró de que Daniela me diera clases particulares. Fueron las cuatro semanas más divertidas de mi vida, nos reíamos por todo, podía pasar dos horas diarias con ella durante tres días a la semana y al terminar, su papá me iba a dejar a casa y hablábamos durante todo el camino; cosa que no puedo hacer mucho con mi papá porque siempre está trabajando por aquí o por allá, no es un mal tipo, solo demasiado trabajador.

Comencé a mejorar en matemáticas, lo que hizo que ya no necesitara un tutor y a pesar de que Daniela siempre me hablaba amablemente, cuando me miraba yo quedaba idiotizado y no sabía que responder, y cuando al fin lo sabía ella ya se había ido.

El problema grande vino cuando comenzó la crisis. Nosotros asistimos al elegante y carísimo Instituto Lascan Noir, colegio elitista y sobrevalorado, para burgueses con exceso de dinero, que derrochan en sus hijos que lo único que necesitan para tener un buen futuro asegurado es el apellido que llevan. Bueno, que yo también llevo, lo admito, mis padres y también los de Kirby son cerdos capitalistas, aunque los de Kirby son cerdos comunistas que dicen odiar el capitalismo y se pasean por ahí en un Mercedes con chofer.

Mientras que don Raúl, el padre de Daniela, tiene una vidriería de barrio, ni tan grande ni tan pequeña, con la que debe trabajar todos los días, pero se da el lujo de ir a dejar a Daniela al colegio a diario, y de cenar con su familia. Su negocio comenzó a decaer cuando cambió el gobierno, a dos años del comienzo del mandato las finanzas se fueron al carajo, y como él decía, lo que pedía no era dinero o apoyo, solo pedía trabajo.

A pesar de que Daniela tenía una beca, el instituto le cobraba un ojo de la cara, yo siempre les dije a mis padres que me podían enviar a una escuela pública, pero ellos decían que no tendría ninguna conexión importante si no salía de un buen colegio e iba a una buena universidad. Como si el apellido y los amigos de papá no me tuvieran la vida pre-resuelta.

Es verdad, todos me dicen que soy un niño rico jugando a ser pobre, pero ¿qué le voy a hacer? así me siento. Hace un año me aburrí de mi casa y me fui, no se lo dije a nadie, pero estuve durante tres días en una casa ocupa. Aprendí un montón sobre la vida, principalmente sobre arte; sobre como ver el mundo y expresarlo. En la noche del tercer día, la policía allanó la casa y puso a todos los veganos, punks y artistas de estómago al suelo buscando al niñito rubio que había sido secuestrado y radicalizado. Fue la opresión más grande que he visto en mi corta vida. Me sentía culpable, como nunca, el peor sentimiento de mi vida. 

Ver como los polis pateaban las fuentes de carne de soya, destrozaban los murales y a punta de golpes se llevaban a todas las personas que me habían acogido…

Todos me decían que no me preocupara, que todo estaba bien, y los polis los golpeaban para que se callaran. Cerdos.

El lema de mi papá es que si quieres algo debes hacerlo, tomarlo, eres un lobo o una oveja. Aunque suene feo y sea un cerdo capitalista, es un buen tipo, lo juro. Pero según su lógica ambos teníamos la razón, yo siempre hacia lo que quería y él siempre conseguía traerme de vuelta. Todos decían que el pagaba sus culpas conmigo.

Al saber lo de Daniela, Kirby y yo comenzamos a buscar la forma de ayudar a don Raúl para que Daniela no tuviera que irse del instituto. No se me ocurrió ninguna forma de hacer suficiente plata como para dársela a don Raúl. Robar no iba conmigo y mucho menos con Kirby. Estábamos casi dándonos por vencidos cuando un pájaro chocó contra la ventana de la habitación de Kirby.

Nos miramos y trazamos el plan.

Durante las siguiente dos semanas, Kirby y yo estuvimos rompiendo las ventanas de cada banco, empresa, industria y oficina. También rompimos muchas del colegio y dos de una estación de policía, pero esas fueron por recreación más que por trabajo.
Según Goahl, que era uno de los que vivía en la casa ocupa, destruir es la más antigua forma de arte. Yo creo que fumaba mucha hierba punk, pero quien soy yo para corregir a un artista que por definición dice que yo soy un artista.

Al día siguiente la policía puso las imágenes de los vándalos en la tele, y a nadie le quedó la más mínima duda de que fuéramos Kirby y yo. Mi teléfono comenzó a vibrar y llegaron todo tipo de mensajes, algunos riéndose, otros apoyando y algunos preguntándonos ¿por qué no los habíamos invitado?

El mensaje realmente importante llegó en la mañana, cuando iba al instituto, donde sabía que me estaría esperando la policía.

Daniela:      Charly−Charly,
Estás ahí??

Charly:        SI.

Daniela:       Charly−Charly
Fuera del colegio hay una patrulla
Te están esperando a ti?

Charly:        Si
XD
Y a Kirby.

Daniela:      Charly−Charly
Es mi último día de clases
Me cambiaré de colegio y no podré verte.

Charly:        No puedes irte
De verdad me gustas
Quebraré todas las ventanas de la ciudad si es necesario.


Daniela:       Sabia que lo habías hecho por mí.
Tonto.
Por qué no me lo dijiste???
(¬.¬)

Charly:        Cuando de ti se trata.
Soy tímido…
y vándalo XD
Lo siento,
debí decírtelo.

Daniela:       Y si me invitas un helado?

Charly:        Cuando quieras
De verdad
Cuando quieras

Daniela:       Que tal ahora mismo?
Puedo faltar un día a la escuela
Y los polis no dejaran que té entres.

Llamé a Kirby y le conté que mi plan había resultado, incluso yo me sorprendí, pero resultó. I HAVE A DATE!


jueves, 18 de febrero de 2016

Relato - Enemigo.

                                                                                                                                                          

Era una noche de fiesta, tal vez lunes. El frío era intenso, estaba de mierda hasta el cuello y en mi bolsillo un billete que no era suficiente para comprar el pan pero que algo de alcohol me podía conseguir. Subí al auto, me miré al espejo y me dije “mañana lo dejo”, esa frase. La frase.  Que más que una frase, era mi religión, ¿Fumas? Sí, pero mañana lo dejo, ¿Bebes? Sí, pero mañana lo dejo,  ¿Follas? Sí, pero como dejarlo. 
Al cerrar el portón miré mi teléfono, tenía cuatro llamadas perdidas de Annie o Sofía, no lo recuerdo, ambas eran pelirrojas y bastante salvajes. La luz del teléfono me dejó casi ciego por un segundo y al intentar cerrar el portón se me cayeron las llaves 

—¡Mierda! -Traté de iluminar el piso con el teléfono- ¿Quién robara este basurero?

Solo junté el portón. Subí al auto y me miré al espejo, traté de sonreír pero no lo conseguí. Miré hacia adelante y un perro, más bien cachorro, estaba ladrando frente a mi auto. Toqué la bocina insistentemente, pero no se movía… 

Golpeé mi cabeza contra el volante, y bajé pensando en darle una patada en aquel hocico peludo, pero, ya no ladraba. Bajó la cabeza, levantó la cola y comenzó a saltar. Recordé aquella escena de “el rey león”, donde Simba intentaba acechar. Contrario a mi primer impulso, lo tomé y grité.
 
—¡¿De quién es este puto perro?!

Nadie respondió. Pudo ser porque tuvieran miedo de decírmelo, o porque no había nadie en la calle. 

Después de hacer el ridículo con el perro en las manos, decidí subirlo al auto y llevarlo donde el mataperros para que el buscara a sus dueños. 

—No puedo ahora, tengo las jaulas llenas, ¿Puedes cuidarlo un par de días? de seguro tiene dueño, está bien cuidado y es de buena raza.

No me dijo la raza, y probablemente fue lo mejor porque hubiese intentado venderlo. Me fui a un bar donde un amigo nos invitó a celebrar… no sé qué cosa. El perro se quedó cuidando el auto. Solo me preocupe de no cerrar del todo las ventanas. 

Al salir el perro me miraba desde el interior del auto, sin duda no olvidaré su mirada, era como la mirada de decepción de mi madre. No piensen que era un mal hijo, solo la decepcionaba que fuera un tiro al aire. 

Al intentar subir al auto mis llaves no estaban en mi bolsillo, estaban puestas en la chapa.

—¡Perro! ¡Perro! Abre la puerta.

Las risas comenzaron a fluir entre mis amigos, y luego de eso desperté en mi casa, sin saber que más había pasado esa noche. No recuerdo como salí del bar ni como llegué a la casa.

Desperté con resaca y el perro encima de la cama ladrando como si fuera su trabajo despertarme; caminé por la casa descalzo y pisé mierda de perro 

—¡Fuera! 

Solo un grito bastó para que se volteara sobre su espalda, me mostrara esa gorda barriga de cachorro y moviera sus manos como un gato jugando con una bola de lana. Llamé al mataperros, para preguntarle si alguien le había preguntado por el maldito bicho. 

—No, ten un poco de paciencia…

Le corté el teléfono. Eché un poco de arroz crudo en un plato y se lo serví; lo miró, me miró y lo volvió a mirar. Entendí el mensaje: Él necesitaba comida para perros. Busqué en mi billetera y no encontré ni un miserable peso.  Llamé a mi papá y le dije que necesitaba comida de perros, él tenía siete, así que de seguro le sobraría algo.

—Si tengo, ven a buscar, necesitamos hablar. 

No fui, prefería pedirle un par de billetes a alguno de mis amigos. No quería hablar con mi papá porque siempre era lo mismo “¿Cuándo trabajarás? Terminaste la universidad y te perdiste en las fiestas y el alcohol y bla bla bla”. Esa conversación me aburría. 

Ninguno me prestó. Ninguno. Cosas como esas son las que te hacen replantear tu vida, mientras me bebía la segunda cerveza del día, pensaba ¿Que está mal en mí?

Le corté el cordón a la plancha y se lo puse de collar al perro. Caminé hasta la casa de mis tíos, con la esperanza de que me alimentaran a mí y al perro. En el camino las mujeres se detenían a acariciar al cachorro. ¿Cuántas coquetearon conmigo? Ninguna, ¿Cuántas coquetearon con el perro? Todas. 

Esa noche no salí, al día siguiente volví a caminar con el perro y pasó lo mismo. Al mataperros nunca se lo reclamaron. No pude seguir llamándolo perro, bicho, bestia o cosas así. Lo bauticé como Enemigo, porque desde que llegó a mi vida no pude seguir, tuve que dejar el alcohol o en las mañanas me partía el cerebro con los ladridos; mordía a todos los que llegaran con cervezas; me escondía las llaves del auto cuando iba a salir; rompía los cigarros... Tal vez no hacía todo eso por querer que no bebiera, pero entendí el mensaje. De verdad que lo entendí. 

Hoy, seis años después del primer día que nos conocimos, tengo un buen trabajo, Enemigo y yo tenemos comida, ya no bebo, hacemos deportes juntos (tanto de perros como de humanos y siempre lo dejo ganar…) y el mataperros como le decimos cariñosamente al veterinario, nos conoce como sus clientes más unidos. 

Probablemente si yo hubiera sabido que mi perro, mi amigo, mi Enemigo, era un Pitbull, no lo hubiese subido a mi auto, pero él me adoptó sin prejuicios y me cambió la vida.