Ayer
recaí en mi antiguo vicio del chocolate blanco, digo, no es que no pueda
controlarlo, tal vez mañana lo deje, pero no creo que me dé la gana. La cosa es
que con la jeringa en el brazo, comencé a pensar a cerca de mi vida, ¿Cómo acabarían
mis días en este alocado mundo? Imagínate, no, no lo digo así (porque creo ser
el único que lee este blog, así que de aquí en adelante le escribiré al memo
del futuro) Imagina, memo del futuro, imagina por un segundo que llegaste a ser
viejo, imagina que eres de esos viejos que pasean con su carro de supermercado
a todos lados, de esos que prácticamente viven del carro.
Podrías recoger cartón, pero creo que te vendría mejor mendigar un par de
monedas, digo, con todos los golpes que la vida te dará, al menos tengas un
miserable cuerpo que inspire a un par de transeúntes a otorgarte el privilegio
de ser el ganador de la moneda que les sobró al comprar en el starbuck.
Lo
peor es que por tu estúpida abstinencia, a la que creo que seguirás sometido,
no iras a comprar una hermosa caja o bolsa de vino, sino que siguiendo tu
estilo de vida esnop y arribista, comprarás una bolsa de café Juan Valdez de
grano entero. Una vez que el guardia de mall te diga que debes salir y te
pongas a evaluar mentalmente si es mejor hacer un escándalo y fingir un infarto
y abuso de autoridad para que te permitan llevarte todos los cartones del
estacionamiento, o ir tranquilamente hasta la salida, y ante la vista del
guardia, quien espera pacientemente a que te vayas, comenzar a revisar que
todos tus cachureos estén dentro del carro.
Arrastrarás
el carro bajo la lluvia, el sol o la nieve. No lo necesitas para nada, dentro
solo tienes unas cajas de cartón, la cabeza de un MaxSteel, un tarro de atún vacío,
veintidós tazós pokemón, y una foto de la familia que abandonaste. Claro, toda
tu ropa la llevas puesta, unos pantalones de tela, una camisa polo, un zapato
café y uno negro, un sombrero que en algún momento tuvo hebilla, pero se la
quitaste para que se viera más ad hoc, y un elegante Montgomery con manchas de
pizza, de vino, de sangre, de tinta, de barro y de otras sustancias de muy
dudosa procedencia, aunque lo peor de todo es que solo las manchas de tintas
serán tuyas.
Afortunadamente
la vida en las calles es un trabajo en equipo, así que tu compañero de cartón,
ha conseguido traer dos ricos croissant y el perro, a quien llamaste Evaristo,
ha conseguido traer un pedazo de pan y un hueso de pollo. No es que pienses en
quitarle la comida al perro, pero si te alegra no tener que preocuparte por
cocinarle algo para que él coma.
Espero
que tu compañero de cartón tenga apellido Vergara, porque así le preguntarás día
tras día si se le achica el apellido con el frio, a lo que el responderá enojándose
o dejando de hablarte por un par de días, hasta que se dé cuenta que está
realmente solo en el mundo y que necesita hablar contigo. Lo mismo que pensarás
tú, probablemente.
Bueno,
el vagabundo de apellido Vergara y tú, abrirán la bolsa donde está el café y lo
contemplaran como si fuera un lingote de oro recién fundido. Tu amigo vagabundo
te dará una palmadita en la espalda y comenzará a buscar cartones y palitos
para encender el fuego.
Tú,
por otra parte, comenzarás a buscar entre tu carro de supermercado el tarro de
atún al que le pusiste un alambre para poder colgarlo de un fierrito sobre el
fuego.
Ambos
esperaran con ansias la ebullición del agua. Que hierba hasta el punto
indicado. Molerás los granos de café con tu pañuelo, pañuelo que tiene muchas
utilidades, pero ninguna es llevarlo hasta la nariz para que cumpla su trabajo,
prefieres tener estalactitas antes que ensuciarlo. El pañuelo te recuerda que elegantemente tu padre
usaba uno similar, tal vez no era de la misma tela ni del mismo color, pero
usaba un pañuelo y con eso basta para que lo recuerdes. También lo usas
sagradamente para moler tu café, y en los días en los que las cosas salen mal,
en que no inspiras suficiente lastima, en que no consigues hacer que los de la
tienda te permitan quedar debiendo míseros doscientos pesos, lo sacarás del
bolsillo de tu Montgomery donde muchos años atrás portabas una chequera problemática,
y olfatearás el exquisito olor de los granos molidos.
Recordarás
los primeros cafés que bebiste con tu madre, quien lo mezclaba con Coca-Cola, y
descaradamente hoy te dice que no bebas RedBull. Al día de hoy tu madre está
viva, feliz y contenta, espero, de todo corazón, mi futuro yo, que en aquel
momento aun esté viva, feliz y contenta. Todas las madres deberían ser
eternas.
Una
vez que el agua de tu tarro de atún alcance los noventa grados, verterás los
granos molidos y esperarás lo suficiente como para comenzar a filtrar
artesanalmente. Servirás el café para Vergara y para ti, claro, le guardarás un
poco a Evaristo, pero necesitas que se enfrié un poco aunque él esté
impaciente.
Tomarás
tu improvisada taza con ambas manos albergando las palmas del intenso frio, y
la acercarás a tu nariz para olfatear el sabor de tu vida pasada. Probablemente
entre inhalación e inhalación recuerdes como te inspiraste aquel día que
narraste tus desgracias futuras. Hoy.
Te
llevarás la taza a la boca esperando no cortarte un labio con la lata afilada
que dejaste en el borde. Sigues siendo flojo.
Tal
vez en aquel momento alcanzarás la gloria, y te sientas bien por un par de
tazas. Tal vez te indignes al ver que Vergara le está poniendo aguardiente a su
taza, pero te reirás cuando caiga borracho bajo su cartón y Evaristo comience a
lamerle la cara.
Aquel
día también puedes sentirte miserable, no entraste al Forever27, al contrario,
todo lo contrario, llegaste a ser viejo, aburrido y sin dejar de ser un esnop. Ya
no serás popular, porque ser viejo es fácil, cualquier puede hacerlo, pero ser
popular…
Y
lo peor, en tu mente aún se hilan historias desde las más estúpidas a las más fantásticas.
Historias que no puedes plasmar en ninguna parte porque no tienes un computador
para vagabundos, y como evidencia tu Montgomery, has reventado tu pluma.
Cuando desperté de mi viaje chocolatoso me puse a pensar en mi vida inmediata, fui hasta la cafetera y me serví una pequeña taza de expreso. Evalué la posibilidad de entrar al Forever27, digo, aún estoy a tiempo, y creo que debería ponerme al día con las drogas duras, porque no creo que me dejen entrar si termino muriendo de diabetes.
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